Estas marcas monetarias obedecen fundamentalmente a dos fines: el comercial y el cultural. En el plano comercial, se trata habitualmente de signos grandes, y su función era tanto de registro de movimiento de los banqueros y negociantes - caja, salida, beneficio, tesoro, etc.-, como de autentificación de la pieza, toda vez que, al parecer, las emisiones fraudulentas de las monedas de los monarcas hispánicos menudeaban en la zona. Junto con ellos, aparecen otro tipo de resellos, normalmente muy numerosos, que realizaban los pequeños comerciantes.
Su ámbito abarca desde signos de agradecimiento a múltiples marcas en la misma moneda, tanto de las emisiones hispánicas en sentido estricto como de monedas españolas ya anteriormente reselladas. La comprensión de su significado es muy difícil para los occidentales, toda vez que de los diferentes idiomas hablados en china, aunque su escritura está normalizada en varias formas - chino continental, comercial, culto, etc.-, es posiblemente la más compleja y difícil de entender para un extranjero.
La moneda de mundos y mares o columnaria, acuñada a partir de 1732, devino indispensable para la compra de la seda china, por lo que en muchas fuentes se cita como moneda de la seda entre los involucrados en su tráfico. Esta moneda era remitida a Cantón, a Macao y a Xiamen, y a diferencia de las monedas españolas que las substituyeron, fue raramente marcada con resellos chinos, por lo que parece que eran garantía suficiente para sus banqueros.
Si bien existen resellos de los siglos anteriores, la práctica se generalizó cuando se descubrió el fraude realizado en la ceca de Birmingham y otras falsificaciones de piezas de a ocho de cobre chapeados, plateados o de plata de muy baja ley, a finales del siglo XVIII, que inundaban el mercado chino. Asimismo, la India y China eran el destino de los reales de peor calidad circulantes en la América española, y eran remitidos allí mediante el comercio con las Filipinas, vía Galeón de Manila.
Los abusos y falsificaciones hicieron que el público perdiese la confianza en las emisiones, y se llegó al extremo de rechazar cualquier moneda de plata, española y posteriormente de las repúblicas iberoamericanas o de otros países, que no estuviesen previamente reconocidas, pesadas y autentificadas mediante el resello de un banquero. Según Eckfeldt y Du Bois, los chinos eran conocidos por ser expertos en juzgar la fineza de los metales, especialmente de la plata, y los cambistas solían separar los pesos buenos de los malos de una manera rápida y segura.
Por los ejemplares que han llegado a nuestra época, las piezas reselladas se corresponden en su mayor parte al reinado de Carlos IV y a la ceca de México, si bien también se encuentran resellos en monedas de Fernando VII e Isabel II, y asimismo en las emisiones anteriores correspondientes a los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III.
Fontenla llevó a cabo un estudio de 2.055 monedas reselladas aparecidas en diversos catálogos de ofertas numismáticas, en las que recogió como la moneda más antigua aparecida un real de a ocho mexicano de 1735. Su estudio mostraba asimismo la escasez de monedas reselladas hasta 1765, que aumentó ligeramente hasta 1771, y con un máximo en 1777. En este estudio consideraba que la entrada de la moneda española en China se producía en su año de emisión o en fechas muy cercanas.
Es muy difícil, como afirma Montaner en su magnífico estudio sobre las monedas españolas reselladas en el mundo, la catalogación por tipos de estas marcas monetarias. Las mismas consisten en caracteres referidos a su calidad, como justa, verdadera o correcta; a la riqueza, como moneda, beneficio o prosperidad; e incluso a adjetivos distinguidos como grande, primero o inmenso, que son igualmente nombres propios. Más raramente aparecen marcas figurativas, como un sol o un sapèque, esta última una moneda china e indochina de bronce o cobre con un agujero cuadrado en el centro.
La práctica del resellado apareció en el siglo XVII. Se verificaban la ley y el peso de las medidas por métodos diversos, y se marcaban por el comerciante que había realizado el control mediante un punzón, operación que se repetía cada vez que la pieza cambiaba de mano. Con el tiempo, las mismas se cubrían de contramarcas, haciendo inidentificables las monedas, e incluso se rompían. Finalmente, la moneda destruida o muy deteriorada se vendía por su peso y valor intrínseco, entre 6 y 700 piezas de cobre.
Según Te K’un, el primer banquero o comerciante en cuyas manos caía la moneda la resellaba con un minúsculo ideograma, dando desde entonces al comerciante y al particular su garantía del valor actual de la moneda. Esto se repetía con cada subsiguiente banquero, hasta que al final el dólar resellado parecía un disco o una taza de plata batida. La práctica se llevó a cabo hasta los tiempos de la República, y muchos dólares del país sufrieron el mismo destino. Pero en el norte y a lo largo del Yangtsé la moneda circulaba como había sido acuñada.
En 1838, Díaz Arenas recogía que: Todos los pesos españoles que van a China se señalan con las marcas de las diferentes boticas (tiendas o casas de comercio chinas) por donde circulan, las cuales al fin causan su división en varios pedazos, y circulan por el peso en el comercio, y de que los pesos de Carlos IV que se llevan de Malina ganan de 8 a 10.
Según recoge Foerster, Eduard Kann, un oficial del ejército chino y eminente numismático, autor de varios libros sobre moneda china, en la ciudad de Foochow existía la práctica del resellado tan frecuentemente que desvirtuaba cualquier señal de acuñación original en la moneda, que acababa … en algunos casos asumiendo la forma y apariencia de un champiñón con viruela.
En la obra de Roberts se afirmaba que cada moneda tenía la marca de la persona por cuyas manos había pasado, y que como el número de resellos rápidamente se hacía muy numeroso, era habitual que los trozos de las monedas se volviesen nuevamente a resellar y cada vez se hiciesen fragmentos más pequeños, que finalmente eran aceptados en el comercio por su peso.